El encargo consistía en producir una serie de piezas de madera de amaranto para la construcción de un bargueño. El cliente quería que le preparásemos todas las piezas y montar él por su cuenta el mueble, excepto el cuerpo central que pidió que se lo diéramos encolado ya que quería garantizarse la escuadra perfecta en las encoladuras de la estructura principal.
La madera de amaranto, ejemplo de madera tropical sudamericana, tiene un color natural morado asombroso; y lo peculiar de trabajarla consiste en que nada más cortada y trabajada, el tono que presenta es ceniciento, apagado, pero conforme pasa el tiempo, en dos o tres días, adquiere el tono natural que la caracteriza, de nazareno de semana santa, que a mucha gente da que pensar si se trata de una madera teñida.
Hicimos el despiece del mueble con el cliente, papel y lápiz y algo de calculadora, y nos pusimos a elaborar la madera, a base de sierra de cinta, labra y regruesadora, para dar la medida final de cada pieza con la circular. Las piezas que llevaban rebajes, acanaladuras y otro tipo de mecanizaciones las pasamos por la tupí, así como las que llevaban cortes a inglete, básicamente las que componían el cuerpo central que tuvimos que encolar con fleje tensor y comprobar bien la exactitud de la escuadra del módulo resultante. La tapa frontal del bargueño la presentamos, confrontándola con el cuerpo central, con el fin de comprobar que coincidían al milímetro.
Entregamos el trabajo como hemos descrito, el cliente ya se encargó de realizar todo el montaje y de barnizar el mueble, según nos comentó era con lo que realmente disfrutaba.
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